Cada año, Luján se viste de fiesta y devoción. Miles de jinetes llegan desde distintos rincones del país para rendir homenaje a la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.
La peregrinación gaucha nació en 1945 y se convirtió en un ritual que trasciende lo religioso. No es solo una procesión de fe: es también un encuentro cultural, una celebración de la identidad nacional. Algunos la viven como promesa y agradecimiento; otros, como defensa de una memoria colectiva que aún resiste en el campo y en las ciudades.
En esas huellas se entrelazan historias personales y colectivas: la religiosidad popular, el gaucho como símbolo, la patria unida a la fe y la Virgen como puente entre generaciones. Son relatos que se respiran en cada peregrino, en el desfile, en la memoria y en la pregunta que siempre vuelve: ¿pesa más la tradición o la fe?