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Peregrinación gaucha: entre la fe mariana y la fuerza de la tradición

La celebración reúne a miles de personas cada año. Mientras algunos viven la devoción a la Virgen, otros encuentran en la peregrinación una herencia cultural que resiste al tiempo.

Por María Dolores Alzueta

A 80 años de su primera edición, la peregrinación gaucha a Luján no es una procesión más, sino una afirmación de identidad. Desde la mañana del 28 de septiembre, la ciudad fue tomada por el sonido de los cascos. Miles de jinetes criollos con sus caballos adornados y banderas, transformaron la ciudad en un escenario de color y música. Afuera, la tradición estaba de fiesta. Adentro, en el santuario, la Virgen de Luján custodiaba silenciosamente el encuentro. 

Para estos jinetes honrar a la Patrona de Argentina es una forma de afirmar su identidad nacional. Foto: D.A.

Según Matías Emiliano Casas, doctor en Historia e investigador del Conicet, la peregrinación gaucha nace de manera casual en 1945, cuando integrantes del Círculo Criollo El Rodeo, en camino a San Antonio de Areco, se detienen en Luján por la lluvia y se suman a un desfile. Allí, el obispo Anunciado Serafini los invita a rendir homenaje a la Virgen. Desde ese momento, afirma, los gauchos combinan la devoción mariana con sus prácticas culturales y festivas, lo que consolida su figura como símbolo nacional.

Casas señala que, aunque en el siglo XIX el gaucho era considerado un hombre errante e incluso perseguido por las leyes de la vagancia, la literatura y el mito lo transforman en emblema de la autenticidad criolla. Recuerda que José Hernández, con Martín Fierro, y Ricardo Güiraldes, con Don Segundo Sombra, lo convierten en una figura de trabajo y honradez. En ese sentido, subraya que la peregrinación gaucha no se limita a la devoción religiosa, sino que también funciona como un acto de visibilidad cultural y el deseo de mantener viva la tradición. 


Esa conexión con la historia se refleja en la experiencia de los peregrinos. José y Gladys, miembros del Círculo Criollo El Martín Fierro, estuvieron toda la jornada bajo el sol y portaron con orgullo el estandarte de su asociación y la bandera nacional frente al palco oficial. Cuentan que lo que los impulsa a volver cada septiembre es la gente y el amor por la tradición y sus raíces. Explican además que su presencia busca abrir camino para que los jóvenes continúen con la costumbre. Para ellos, la patria es “una segunda madre”, un hogar que debe ser querido, defendido y celebrado.


El sociólogo Aldo Rubén Ameigeiras afirma que la fe de los peregrinos es una experiencia que integra lo terrenal y lo espiritual: "Se trata de una forma de vivencia integral de la fe, en la que lo vital y afectivo se unen con lo sensible y concreto, y lo sagrado y lo profano se articulan permanentemente como dos niveles coexistentes en la realidad social”.  

No es solo un viaje a caballo. Es un viaje hacia la historia argentina, hacia la identidad del gaucho y del pueblo, y hacia la fe que acompaña a generaciones desde hace más de 80 años. 

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Con su presencia, los jóvenes mantienen viva la tradición. Foto: D.A.

Nahuel, miembro de la agrupación Los Bagualas de Pilar, señala: “La tradición se está perdiendo, tenemos que reunirnos y pelear para preservarla”. Sin embargo, aclara que no es solo la costumbre lo que lo impulsa a participar. También lo mueve el agradecimiento a la Virgen y el deseo de cumplir de la misma manera en la que ella cumple con sus pedidos. Juan Quiroga, vecino de Luján, sostiene: “Hoy en día en la escuela enseñan muchas cosas, cultura o idioma de otros países, pero lo que es la propia tierra no tanto”. Subraya que es fundamental mantener vivas las costumbres que conectan a las nuevas generaciones con la memoria y la identidad del país.

 

La fe, para estos jinetes, no es un asunto privado. Querer a la Virgen es querer a la Patria, y honrar a la Patrona de Argentina se convierte en un acto de afirmación de la identidad nacional. En ese contexto, surge la pregunta sobre sí la peregrinación representa una fe relegada a un segundo plano o, por el contrario, una tradición que la mantiene viva bajo nuevas formas.

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La procesión combina fe, cultura y espectáculo. Foto: D.A. 

El papa Francisco explica, en su obra Evangelii Gaudium, que la piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros. La devoción no se vive solo en la intimidad, sino que se manifiesta en comunidad. En las celebraciones colectivas se mezcla con símbolos y ritos propios de cada región. La peregrinación gaucha a Luján es un gran ejemplo de esto. La fe hacia la Virgen se expresa junto a banderas, caballos y canciones, integrando lo religioso con la cultura popular. 
 

Elaborado por: Paola Parés, Dolores Alzueta, María Olaizola y Rosario Pelegrina. 
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